En diferentes sectores de la provincia de Manabí se celebran un sin número de actividades tradicionales en conmemoración a San Pedro y San Pablo. En los cantones de Picoazá, San Jacinto, Crucita, Los Arenales, San Clemente, Portoviejo, Manta, Jaramijó, Montecristi, Chone, Pedernales, entre otros.
Para los religiosos el calendario señala como día de fiesta a los apóstoles Pedro y Pablo el 29 y 30 de Junio, aunque en algunos de los lugares ya mencionados se celebra en otras fechas.
Dentro de este evento de honor que se da en diferentes cantones de Manabí están los famosos empolvados, así le llaman las personas a un tipo de dulce tradicional.
En estas fiestas también se escogen a Presidentes y Funcionarios que se colocan sus mejores trajes y se dirigen a las celebraciones.
Regularmente como ya es tradición los presidentes y vicepresidentes de Blancos y Negros son los encargados de la logística de la celebración; como comida, bebida y visita a palacios; las actividades que se realizan paralizan, ya que los moradores se unen al baile.
En Picoazá se dio el encuentro en el centro de la parroquia entre Blancos y Negros con la ceremonia de entrega de llaves, regalos, elección de reina, el famoso baile del perfume, y lo más esperado el baile con la bandera.
Para entender un poco más de la historia de estos apóstoles se dice que San Pedro fue un pescador y San Pablo estuvo profundamente comprometido con su fe cristiana.
Para cada población representa una tradición que se da cada año ya que demuestran su devoción por los apóstoles y mencionan que la fiesta es una muestra de agradecimiento a ellos.
El
sombrero de paja toquilla, una de las artesanías más conocidas mundialmente, ha
sido un artículo muy preciado no solo en la actualidad, sino también en el
pasado. Aunque la falta de datos históricos impide afirmar con exactitud el
origen de este tipo de manufactura, se cree que el inicio de su elaboración
ocurrió en manos de la Cultura Manteña. Los hallazgos arqueológicos muestran
protectores para la cabeza que se asemejan a cascos, y cuyo material de
elaboración podría haber sido la paja, de gran abundancia en la zona manabita.
La ligereza y frescura de esta fibra, propiciaron su
utilización para fabricar sombreros que, a través del tiempo se han convertido
en un símbolo para el Ecuador, por ser una fusión de naturaleza, destreza
manual de los ecuatorianos, y cultura popular.
Según varios datos se dice que, la
construcción del Canal de Panamá fue la principal razón por la cual el sombrero
adoptó internacionalmente el nombre de “sombrero de Panamá”, esto debido a que
los trabajadores del canal lo usaban para protegerse del sol y además los
grupos humanos provenientes de Europa, atraídos por la exportación del oro en
América del Norte, debía pasar por la zona donde se construía la obra y
adquirían el sombrero por su frescura, elegancia y calidad. Al no encontrarlo
en otras localidades lo bautizaron como “el sombrero de panamá”.
Cuando
concluyó la construcción del Canal de Panamá, Theodore Roosevelt visitó la obra
usando uno de los sombreros de Paja Toquilla, y posó para los fotógrafos
estadounidenses. Desde ese momento el sombrero se hizo famoso en los Estados
Unidos y el resto del mundo.
El
material con el que se elabora este producto es denominado “Carludovica
Palmata”, una planta originaria del Ecuador con cualidades únicas, que
pertenece a la familia de las ciclantáceas. Al final de sus largos tallos
crecen hojas en forma de abanico, que son cortadas aún retoños, para
transformarse en paja toquilla. Las plantaciones más importantes se encuentran
en Manabí, Guayas, y en zonas de la región amazónica.
La venta de los sombreros de paja toquilla han llegado
a representar el 12% en las exportaciones de Ecuador; a muchos esfuerzos se ha
podido abrir mercado en Europa, Asia, EEUU, México y Brasil.
La materia prima la mayor parte es cultivada en
Manabí, donde los dueños contratan a un conjunto de personas (dependiendo del
tamaño de las tierras, del clima, y la cosecha) estos son encargados de ir a
supervisar cómo va la cosecha, cuando ya se está lista se la vende a una distribuidora
donde ellos se encargan de secar las pajas para poder venderla en cogollos,
estas se clasifican por el color, el tamaño y la calidad.
Las pajas más caras pero las más buscadas, son las
largas porque se dice que son las mejores, otra cosa que la hace especial es la
flexibilidad que tienen.
Los cogollos se comercializan dependiendo de su
calidad, el cogollo de buena calidad tiene un precio de $6.00, mientras que los
de mala calidad tienen el precio d $3.00.
Las mujeres que salen en búsqueda de sus cogollos para
realizar los más deseados sombreros de paja toquilla, deben cancelar una buena
cantidad de dinero, porque se encargan del transporte, de los cogollos; porque
después de esta se realiza el sombrero y poderlo exportar. El
número de tejedores ha disminuido, existiendo muy pocas familias y dentro de
ellas ya solo las generaciones de adultos quienes mantienen esta tradición del
tejido.
En la artesanía de la paja toquilla, existe la
participación de muchas personas, que pertenecen no solo a distintos estratos
sociales, sino que son de diverso origen étnico, ya sea que se hable de los
cholos (campesinos serranos) o de los montubios (campesinos costeños).
Es común y generalizado el termino de tejedores, para
denominar a esta clase artesanal, designación que no es la más acertada ni
precisa, al estar más del 94% de la mano de obra integrada por manos femeninas;
sería pues más apropiado el nombre de tejedoras, cuando nos refiramos a esta
clase obrera.
Hay que recordar que el tejido de sombrero, es una
industria complementaria o secundaria, que han tenido que aprender las madres,
esposas e hijas, para ayudar a remendar el presupuesto familiar.
Además de ser una ocupación del sexo femenino, existen
diferencias de acuerdo al tipo de población, pues los índices y estadísticas,
demuestran un alto promedio ocupacional en la clase campesina o rural, que en
la citadina o urbana.
Así, casi la totalidad de la población rural de las
provincias de Azuay y Cañar (y en menor escala en la actualidad en la población
manabita, al estar desapareciendo esta artesanía) se dedican al tejido del
sombrero en sus momentos de descanso, concluidas sus tareas domésticas y
agrícolas.
Es la gente del campo, la que produce en mayores
porcentajes los mejores y más finos sombreros, si bien es imposible y difícil
realizar una clasificación y tipificación de las distintas zonas, de acuerdo a
la calidad de sus productos, se deben citar dos lugares que disputan el primer
sitial en la confección de este tejido manufacturero y que son Montecristi, en
la provincia de Manabí y Biblián en la provincia del Cañar.
Los sombreros de Montecristi junto con Jipijapa, son
los más conocidos y mejores cotizados por los países importadores. El Estado
ecuatoriano ha obsequiado muchos de ellos a importantes personalidades,
habiendo quedado en el mundo, el término “Montecristi” como sinónimo de
calidad.
Los de Biblián son tejidos con igual perfección y
maestría y es difícil para muchos extranjeros creer que hayan sido
confeccionados de fibra o paja natural y a mano, al no observar fácilmente la
trama del tejido y al poder guardárselo en cajas pequeñas de balsa, sin que los
dobleces que se hagan afecten la calidad del sombrero.
El trabajo más largo y penoso, lo efectúan durante la
noche o, como dicen ellos, “a la luz de la luna”, para que el sol y la claridad
del día no afecte el color ni la flexibilidad de la paja. Trabajan bajo una
especie de toldo, mojando constantemente los dedos, las hebras de paja
sumamente delgadas y finas.
Actualmente hay pocas personas especializadas en
este tipo de tejido, existiendo incluso la creencia popular, de que quienes
realizan este trabajo mueren jóvenes o se quedan ciegos.
Estatus y rol social, del
tejedor al exportador
La artesanía de los sombreros de paja toquilla
requiere habilidad y destreza manual. No se la puede clasificar como vital para
la subsistencia de un grupo, pero sí de necesaria y útil, al brindar este
artículo a los campesinos y trabajadores protección y alivio frente a las
inclemencias del tiempo, mientras realizan sus tareas diarias.
Se puede afirmar que se trata de una actividad de tipo
familiar y hereditaria, que mantiene el llamado secreto profesional en
determinados aspectos, al mostrarse ciertas tejedoras reacias a conversaciones
o preguntas sobre la elaboración del sombrero y ni se diga a enseñar el tejido,
por temor a la excesiva competencia ya existente.
No se puede decir que las tejedoras tienen un estatus
más elevando dentro de la comunidad al ser una ocupación, realizada por una
gran mayoría y a la que ven los demás miembros como algo muy natural y hasta
cierto punto de conocimiento obligatorio para las mujeres, perteneciendo por el
contrario a la categoría social más baja, al ser un tipo de oficio y ocupación,
que en la actualidad es propio y exclusivo del campesinado y, en menos escala
de la clase media de las tres provincias ecuatorianas.
A pesar de que el tejido de los sombreros maravilla y
emociona a propios y extraños, las tejedoras diariamente son menospreciadas y
consideradas personas inferiores, influyendo para ello enormemente su condición
tímida y humilde, que con sacrificios y sinsabores batallan arduamente para
obtener una ganancia.
El papel desempeñado por ellas (siendo tan importante)
es poco valorado y considerado insignificante por los perros y comisionistas,
agentes compradores y revendedores de sus productos, a quienes miran como sus
benefactores y protectores, sin conocer siquiera el verdadero éxito financiero
que tiene su trabajo, por hallarse desperdigadas en las ciudades y en las
campiñas al ser una artesanía casera.
Los exportadores son los últimos intermediarios por
los cuales pasan los sombreros manufacturados por nuestras artesanas, ellos son
los encargados de realizar los últimos procesos de acabado del sombrero. No se
debe olvidar que la mayor producción de estas firmas es para la exportación y
que el menor o más pequeño cambio incidirá directamente es el aspecto
financiero de la empresa.
El éxito depende de la experiencia para planificar la
producción. Desde finales del siglo XIX han existido en la provincia de Manabí
y todavía las hay en gran número en la ciudad de Cuenca, en cualquier industria
los presupuestos que son básicos son los más difíciles por lo que su análisis
se hará en términos generales.
Cuenca es el centro vital de la artesanía de los
sombreros de paja toquilla hay hasta la década de los años 80 del siglo XX de
18 a 20 casas exportadoras que se dividen en 2 grandes grupos: las grandes y
las pequeñas que han ayudado al fortalecimiento de la manufactura toquillera.
Los mejores compradores de los sombreros de paja
toquilla son Estados Unidos, México, Brasil, Canadá, Japón, Inglaterra, Italia,
Alemania. Ellos dirigen las exportaciones a base de pedidos en el propio país
productor.
El mercado mundial de las artesanías dentro de la cual
se sitúa la manufactura de los sombreros de paja toquilla representa para los
países productores entradas de millones de dólares anuales.